Ser parcero del cuidado antes de ser cuidador

Si cuidas a alguien o participas en el cuidado de una persona mayor, seguramente ya habrás notado que existe un vacío en los términos usados para las personas que son parceras del cuidado pero aún no han llegado a ser cuidadoras. De una forma general podemos dividir el cuidado de la persona mayor en:

Cuidador familiar: es la persona que brinda asistencia a su familiar de manera no remunerada. Aprendió a cuidar por intuición y va aprendiendo cada día sobre la marcha y observando a los profesionales del cuidado. Suele conocer en profundidad a la persona dependiente. Es más económico y (en principio) menos conflictivo.

Cuidador formal no profesional: Es la persona que se dedica al cuidado no por vocación o formación profesional, pero por necesidad económica. Muchas veces son personas inmigrantes que tienen intención de cambiar de empleo, pero empiezan cuidando ancianos o niños como una forma de mantenerse por un periodo provisorio.

Cuidador formal profesional: es la persona que realiza la preparación y formación profesional para cuidar. Muchas veces tienen diplomatura en Auxiliar de Enfermería y han escogido esta profesión por vocación.

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Pero si eres la esposa o hija, notarás que a principio, aunque cuides de tu parcero o padre, aún no serás la cuidadora, simplemente serás la hija que le acompaña al médico o la esposa.

Sin embargo, a medida que se vuelven más dependientes, existe un cambio de actitud y notarás que otros y tu misma cuando te encuentres en determinados entornos, dejarás de ser la familiar para ser «la cuidadora». Esto puede no parecer tener ninguna importancia con todo lo que conlleva un diagnóstico que necesite cuidados, pero es necesario evaluar que no siempre seremos el cuidador – muchas veces somos parceros del cuidado porque debemos preservar el máximo de tiempo posible la autonomía de la persona mayor.

Cuando decimos parcera de cuidado o compañera de cuidado implica que la persona que vive con la enfermedad y la persona que brinda el cuidado están en igualdad y que es como debe ser. Vamos a dar un ejemplo para que quede más claro:

Una persona cuando recibe el diagnóstico de Alzheimer no significa que necesitará inmediatamente de un cuidador, ¿verdad? La mayoría de las personas a las que se les diagnostica la enfermedad de Alzheimer o cualquier otro tipo de demencia son como cualquier otra persona con un diagnóstico. Ven a un médico porque tienen algunos síntomas, así que sí, hay problemas. Pero el diagnóstico no los cambia de inmediato.
Hay vida después del diagnóstico de demencia, y esa vida no es diferente a la del día anterior, salvo que se haya confirmado el problema de salud de la persona. Lo que no hace (o no debería) hacer es empujar a la persona más hacia su enfermedad.

Si esta persona tiene la suerte de tener un compañero de vida, uno esperará que este compañero no se convierta repentinamente en una persona que se haga cargo de inmediato. Las parejas que se apoyan, y aquí podemos incluir también las familias que se apoyan, contando con los hijos adultos e otros familiares, ahora están en el camino de descubrir cuál es la mejor manera de vivir la vida como parceros o compañeros de cuidado.

¿Por qué el término marca la diferencia? La forma cómo nos comunicamos puede decir mucho y lo que deseamos es que durante el proceso de envejecimiento, dónde pueden haber pérdidas y ganancias no nos precipitemos en retirar la dignidad de la persona o disminuir su autonomía. Ser compañero de cuidado significa que vamos a respetar el proceso con empatía, educación, compasión y paciencia, y seguiremos estando sintonizados con los deseos de la persona mayor durante el mayor tiempo posible.

Es importante para todos aceptar las incertidumbres de la edad avanzada sin rendirse ante ellas. ¡Esto es sabiduría, para quién cuida y para quién es cuidado!

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