Un cuento sobre las personas mayores

En el primer día de octubre, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de las Personas Mayores. Decimos en tono de fiesta porque lo merecen un día especial para ellos pero infelizmente si nos fijamos en lo mal que se trata a la población mayor en tantas ocasiones, puede que no tengamos tantas razones para celebrar. Muchas son las asociaciones, fundaciones y entidades que aprovechan este día para reivindicar un trato digno a las personas mayores y luchar para que ocurran cambios reales en la sociedad.

Creemos que una de las mejores formas de cambiar el mundo es a través de la información y del conocimiento. ¿Quiénes son las personas mayores? ¿Ya has pensado que son tu «yo» futuro? Una de las mejores formas de apreciar la realidad del otro es cuando logramos ponernos en su lugar, es trabajar la empatía en su máxima forma. Hoy la reflexión que nos gustaría dejar es sobre como nuestras actitudes, nuestros pensamientos del momento presente pueden afectar el futuro. Existe una cantidad enorme de personas mayores que sufren con la soledad y con el perjuicio. Puedes decir, ¡se lo han buscado! Pero muchas veces no es así. La vida nos presenta muchas oportunidades y muchos caminos a seguir pero también nos sorprende con situaciones que salen de nuestro control y la soledad es una de ellas. Y otra de ellas es el perjuicio y los estereotipos hacía la edad (edadismo) que acaban haciendo que los ancianos muchas veces se lo crean y sientan que ya no tienen nada a aportar, pierden el encanto por la vida.

Cuando hice mi formación para ser voluntaria de los Amigos de los Mayores, uno de los textos me llamó mucho la atención porque nos fue presentado en forma de cuento para reflexión, sobre como nosotros podemos ver el envejecimiento y como las mismas personas mayores muchas veces se ven de forma negativa. Me ha parecido pertinente traer hoy este texto para ilustrar este día internacional de las personas mayores, con todo lo bueno y todo lo «malo» que pueda tener.

Se llama: Las dos tinajas
(Cuento indio / Autor: anónimo / Versión Jorge Bucay)

Un vendedor de agua repetía cada mañana el mismo ritual: colocaba sobre sus hombros un aparejo que tenía, y a cada punta del aparejo amarraba una tinaja. Después salía al camino del río, llenaba dos tinajas y
regresaba a la ciudad para entregar el agua a sus clientes.
Pero una de las tinajas tenía muchas grietas y dejaba filtrar mucha agua. La otra tinaja era nueva y estaba muy orgullosa de su rendimiento, ya que su dueño obtenía mucho dinero con la venta del agua que ella
llevaba.
Al cabo de un tiempo, la pobre tinaja agrietada se fue acomplejando y sintiéndose inferior a la otra. Tanto, que un día decidió hablar con su patrón para decirle que la abandonara, por ser ya casi inservible.

-¿Sabes? -le dijo muy triste-, soy consciente de mis limitaciones. Yo sé muy bien que conmigo tú dejas de ganar mucho dinero, pues soy una tinaja llena de grietas y, cuando llegamos a la ciudad, estoy ya medio vacía. Ya no hay nada que hacer. Por eso te pido que me perdones mi debilidad. Compra otra nueva que pueda hacer mejor el trabajo, y abandóname a mí en el camino. Ya no te sirvo…
-Muy bien- le contestó el dueño-; pero ya hablaremos con más calma mañana.

Al día siguiente, de camino hacia el río, el vendedor de agua se dirige a la pobre tinaja agrietada y le dice:

-Fíjate bien en la orilla de la carretera y dime lo que estás observando.

-Nunca me había fijado- respondió la agrietada tinaja-, pero, en honor a la verdad, me doy cuenta de que el borde de la carretera está lleno de flores. ¡Es algo muy hermoso!

-Pues bien, mi querida tinaja- repuso sonriente el vendedor-, quiero que sepas que si las orillas de la carretera son como un bello jardín, es gracias a ti, ya que eres tú quien la riegas cada día cuando regresas del río. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta de que tú dejabas filtrar mucha agua. Entonces yo compré semillas de flores de toda clase y, de camino hacia el río, una mañana las sembré en la orilla de la carretera; y tú, al regresar del río, sin saberlo y sin quererlo, estuviste regando mi siembra. Y así todos los días, gracias a tus grietas, muchas semillas nacieron, los botones se abrieron, y cada día gracias a ti puedo cortar unas flores, preparar unos ramilletes y venderlos en el mercado de la ciudad.
Y el buen hombre, inclinándose sobre el camino, comenzó a escoger las mejores flores del día para preparar sus ramilletes.

Y esta vez la tinaja regó aún mejor el camino con el agua que perdía de entre sus grietas y la que brotaba agradecida de sus ojos.

El cuento nos ilustra como la visión del envejecer tanto de uno mismo como de los demás puede hacer la diferencia. No olvidemos que la vida puede alcanzar su plenitud más tarde de los que pensamos. Valorar y luchar por mejores condiciones para las personas mayores hoy, es ser consciente de que es plantar las semillas que generarán frutos y flores para toda la sociedad.

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