La enfermedad de Parkinson se produce por falta de dopamina en el organismo. La dopamina es una sustancia que transmite información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. La falta de dopamina hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos, como el temblor en reposo o la rigidez. La pérdida (o degeneración) de neuronas en la estructura situada en la parte media del cerebro provoca esta falta de dopamina.
Durante mucho tiempo, se pensó que el párkinson partía de un cuadro clínico homogéneo. Pero este planteamiento está siendo reevaluado por estudiosos ya que las personas afectadas, en parte, presentan síntomas muy diferentes. Una de las causas de la muerte de las células nerviosas que producen dopamina se atribuye a los depósitos cerebrales de alfa-sinucleína, una proteína que se mueve de célula a célula y que, a través del nervio vago, puede llegar al sistema nervioso de los intestinos.
Sabemos que sólo un reducido porcentaje de pacientes de la enfermedad de Parkinson se debe a una base genética, pero en la mayoría de los casos, su origen aún no está claro. Durante mucho tiempo, se ha investigado qué ocurre en el sistema nervioso central de los enfermos. No obstante, recientemente se detectó que las placas proteínicas características de este trastorno neurodegenerativo suelen aparecer en ciertas regiones del cerebro, desde donde se desplazan, lenta y gradualmente, hacia otras. El rastro de las proteínas aglutinadas condujo a los investigadores a otro sistema orgánico: el tubo gastrointestinal.
Un equipo de científicos del Hospital Universitario de Aarhus defiende una explicación para las diferentes formas de la enfermedad: probablemente dentro de lo que conocemos como párkinson hay dos enfermedades: una que tiene inicio en el cerebro y otra que empieza en los intestinos.
Según los estudios, en el trastorno neurodegenerativo que se inicia en el cerebro, la alfa-sinucleína afecta primero al encéfalo y luego se extiende por el sistema nervioso autónomo. Ya en la enfermedad que empieza el el organismo intestinal, ocurre justo lo contrario.
La importancia de este hallazgo es de gran relevancia médica, porque significa que los pacientes que desarrollan el segundo tipo de la enfermedad de Parkinson podrían beneficiarse de tratamientos que actúan en la microbiota intestinal.
Fuente: Investigacionyciencia.es
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