Llega la hora del baño y, una vez más, tu madre que tiene Alzheimer, no se quiere bañar, pone excusas, se cabrea y tú, con toda la paciencia, intentas poner en práctica la charla que ya sabes de memoria sobre la importancia de mantener la higiene y los hábitos saludables. Pero, ¿es eficaz? ¿Qué otras estrategias puedes utilizar?
Como terapeutas ocupacionales sabemos que con la enfermedad de Alzheimer se van reduciendo gradualmente las capacidades para realizar lo que llamamos actividades de la vida diaria (las AVDs), el aseo, el vestirse, el alimentarse… todo puede verse afectados, pero seguramente el tema de la higiene es uno de los más difíciles para las personas que les cuidan.
Hoy hablaremos sobre el Aseo particularmente, y como siempre intentaremos ponernos en el sitio de la persona que tiene la enfermedad.
El asearse parece algo muy fácil, ya que llevamos haciéndolo toda la vida, pero existen una serie de habilidades involucradas en el tema que pueden asustar y desanimar a la persona que está perdiendo las capacidades de realizarlas adecuadamente.
Primero hay la cuestión de seguir una secuencia de pasos con un orden determinado: desnudarse, entrar y salir de la bañera o plato de ducha, abrir la ducha, aplicar jabón, champú, cerrar la ducha, secarse, poner los productos hidratantes desodorantes y vestirse, son muchos comandos para realizar correctamente. Pero no solamente es el tema de seguir una secuencia, existe también la capacidad de realizarla correctamente que puede verse afectada, como el abrir y cerrar la ducha, abotonar una ropa, lavar bien todas las partes, y más.
Y como si esto fuera poco, aún hay la cuestión de la memoria y la confusión mental, pues puede que no recuerde cuándo se bañó por la última vez, que haya perdido el interés por su aspecto además de poder confundirse con todos los elementos existentes, por ejemplo saber diferenciar el champú del gel de ducha, la crema de afeitar de la crema de dientes, el hidratante del jabón de manos, etc.
Parecía una tarea bastante simple, ¿verdad? Puede que ahora entiendas mejor por qué la persona con Alzheimer puede verse enfadada, o hasta agresiva, cuando insistes que se tiene que duchar.
Así que vamos a intentar seguir unos pasos para que este momento del día sea lo menos “traumático” posible, tanto para el cuidador como para la persona que tiene la EA.
1 – Mantén la Rutina: ya sabemos que mantener la rutina de una persona con Alzheimer es importantísimo para su tranquilidad. Intenta que el momento del aseo sea muy similar cada día, a la misma hora, en el mismo sitio, con una misma secuencia.
2 – Respeta sus hábitos anteriores: Si la persona se duchaba cada día por la mañana, no lo cambie para la tarde. Si no solía ducharse todos los días no insista en que ahora lo haga, puedes ir intentando poco a poco, pero puede que no lo consigas.
3 – Pon los productos de higiene siempre en el mismo lugar y fácilmente identificables. Puedes usar colores o etiquetas para diferenciarlos. Poner la toalla y la ropa de manera accesible y en el orden que debe ponérsela ayudará para que esté más orientado(a)
4 – Déjale el tiempo que haga falta. No le meta prisa.
5 – La supervisión en caso necesario, debe ser hecha con mucho cuidado y sutileza. No lo hagas por él. Es necesario mantener la autonomía pero le puedes ayudar cuando lo creas necesario. Las bañeras deben usarse bajo supervisión y solo por pacientes con buenas habilidades motoras. Puedes por ejemplo, adecuar la temperatura del agua, auxiliarle entregándole los productos a la medida que los pidas, etc.
6 – Es importante respetar la intimidad. Puede que la persona no se sienta cómoda para recibir ayuda de una persona del sexo opuesto. Aún así no es conveniente que se encierre en el baño. Intenta dejar la puerta un poco entreabierta (seguramente escucharás alguna bronca como «no soy un niño» y ¡ya me estás vigilando!!, pero mucha paciencia y no te enfades, cambia de tema.)
7 – Ten especial cuidado en el aseo, secado e hidratación de la piel. Observa si lo ha hecho bien para evitar futuras molestias.
8 – No le plantee el aseo como un castigo y aunque no se quiera bañar, no le obligues. Espera otro momento. Inténtalo más tarde, pero si aún así no consigues, intenta llegar a un acuerdo para la realización de un aseo más rápido y simple. Seguramente otro día será mejor.
Los cambios para la realización de la higiene, así como de otras actividades de la vida diaria, tendrán que ser adaptados poco a poco a la nueva realidad en función del avance de la enfermedad. No te agobies antes del tiempo. A medida que todo vaya sucediendo, intenta que la hora del aseo sea un momento seguro y agradable. Instala barras de seguridad y asientos de inodoro. Haz el ambiente agradable usando productos interesantes que atraigan la atención de la persona, como jabones especiales e hidratantes. Y si le gusta la música, puede ser una buena alternativa para este momento.
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